Luego oí otra voz del cielo que decía:

«Salgan de ella, pueblo mío,
    para que no sean cómplices de sus pecados
    ni los alcance ninguna de sus plagas;
pues sus pecados se han amontonado hasta el cielo
    y de sus injusticias se ha acordado Dios.
Páguenle con la misma moneda;
    denle el doble de lo que ha cometido,
    y en la misma copa en que ella preparó bebida
    mézclenle una doble porción.

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